En la ópera se viven emociones, pasión, entrega, odio, … , ira. Una muestra de ira es el caso de Medea, ópera de Luigi Maria Cherubini. En la venganza de Medea, está furiosa, muy furiosa. Jasón, el padre de sus hijos, va a casarse con la princesa Glauca. Todas las estratagemas tramadas por Medea para atraerle de nuevo hacia ella no han dado resultados positivos, así que lo único que le resta es la venganza. Envenena a Glauca y posteriormente matará a sus propios hijos, con dolor, pero el delito de éstos es ser hijos de Jasón. Si lo que pretendía era causarle un daño a Jasón, no cabe duda que lo consigue.
Veamos la venganza de Medea. Anna Caterina Antonacci es Medea. «Io son Medea!».
Otra que se pasa la vida planeando su venganza sin que nadie aplaque su ira es Azucena, de Il Trovatore
de Giuseppe Verdi. Azucena vive con la idea fija de vengarse del conde de Luna, y va a permitir que Manrico, al que ha criado y quiere como un hijo, muera, para así poder espetarle al conde que en realidad acaba de dar muerte a su auténtico hermano, al que había buscado infructuosamente toda su vida.
Aquí no puede faltar el recuerdo a la Reina de la Noche, de «La Flauta mágica» de Mozart. El aria «Der Hölle Rache», donde la Reina muestra su cara más terrible es realmente sobrecogedora.
Después de estos ejemplos, cada uno puede rebuscar en su memoria otros casos de ira, cólera o rabia hasta extremos delirantes. En la ópera están servidos con músicas extraordinarias.