Lyudmila Monastyrska – Aida (Verdi)

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LYUDMILA MONASTYRSKA – ESCENAS DE AIDA DE GIUSEPPE VERDI

 

Lyudmila Monastyrska es una de las grandes voces verdianas de la actualidad, de las pocas auténticas voces verdianas, podríamos añadir. Hoy la vamos a ver en algunas escenas de una de las óperas más populares de Giuseppe Verdi: Aida. La veremos y la oiremos en grabaciones de una poroducción del Met del año 2012.

 

El rol de Aida es una de esas joyas que muchas sopranos ansían tener en su joyero particular de roles interpretados en escena. Muchas sopranos dramáticas lo han interpretado, pero el rol de Aida requiere también de una dulzura que refleje bien los momentos de reflexión e introspección del personaje. Es pues, un rol para una voz lirico-spinto más bien. No olvidemos que Aida es una mujer que pasa por tremendos momentos de tribulación durante toda la ópera, y esto se ha de percibir en el canto delicado, doliente y atormentado del personaje.

 

En el acto I, encontramos el aria Ritorna vincitor, dedicada a Radamés. Pero si Radamés vuelve vencedor, significará que su padre Amonasro ha sido vencido. Toda el aria es un debatirse entre el amor por el padre y su amor por Radamés. Esta aria termina con el fragmento que ponemos a continuación, I sacri nomi di padre..d’amante. Es un párrafo de un extremo lirismo, la heroina está desamparada y pide a los dioses ayuda en ese trance, es, por lo tanto, una oración. Se requiere un pianissimo no exento, por supuesto de un escalofriante dramatismo.

 

Esta es la traducción del fragmento

 

Los sagrados nombres
de padre, de amante,
no puedo pronunciar ni recordar.
Por eso me hallo,
confusa y temblorosa,
quisiera rogar, por uno y por otro.
Pero mi plegaria
se transforma en blasfemia.
El llanto es delito para mí,
y culpa el suspiro.
Mi mente está perdida
en la noche oscura,
y en esta angustia cruel
quisiera morir.
¡Dioses,
apiadaos de mi sufrimiento!
Mi dolor no tiene esperanzas.
Amor fatal, tremendo amor,
despedázame el corazón,
hazme morir!, etc.

 

Aida – I sacri nomi di padre, d’amante, Acto I

 

En el acto II, se produce el enfrentamiento entre las dos protagonistas femeninas de la ópera, Aida y Amneris. Las dos enamoradas de Radamés. Amneris sospecha algo y le tiende una trampa a Aida: le dice que Radamés ha muerto en la batalla. Aida no puede disimular el dolor y confiesa su amor, se arrepiente de lo dicho y pasa a suplicarle a Amneris, ella es poderosa y lo tiene todo, sin embargo a ella, esclava, sólo le queda ese amor. Amneris le desvela que Radamés vive y que las tropas de su padre han sido vencidas. Las dos irán a recibir el cortejo, una como hija del rey, y la otra como esclava hija del vencido. Lyudmila Monastyrska y Olga Borodina interpretan esta escena cargada de tensión, de la cual dejamos la traducción a continuación.

 

ESCLAVAS
¿Quién es el que
entre himnos y aplausos
hacia la gloria vuela,
cual un dios terrible,
resplandeciente como el sol?
Ven: que flores y laureles
lluevan sobre tu cabeza;
y que los cánticos de gloria
suenen junto a los del amor.

AMNERIS
(para sí)
¡Ah!
¡Ven, ven amor mío, embriágame,
llena de gozo mi corazón!

ESCLAVAS
¿Dónde están ahora las bárbaras
hordas extranjeras?
Se han desvanecido como la niebla
al soplo del guerrero.
Ven: recoge el premio
de la gloria, oh vencedor;
la victoria te ha sonreído,
te sonreirá el amor.

AMNERIS
(para sí)
¡Ah!
¡Ven, ven amor mío, reaviva,
llena de gozo mi corazón!, etc.

(Danza de los esclavos moros)

ESCLAVAS
Ven; que flores y laureles, etc.

AMNERIS
(para sí)
¡Ah!
¡Ven, ven amor mío, embriágame,

(a las esclavas)

¡Silencio!
Aida viene hacia nosotras.
Siendo hija de los vencidos,
su dolor es sagrado para mí.
Viéndola de nuevo,
la duda atroz despierta en mí.
¡Que el misterio fatal
se desvele al fin!
La suerte de las armas
te ha sido funesta, ¡pobre Aida!
Comparto contigo el dolor
que pesa sobre tu corazón.
Yo soy tu amiga;
todo de mí lo obtendrás,
¡vivirás feliz!

AIDA
¿Acaso puedo ser feliz
lejos de la tierra natal,
ignorando la suerte
de mi padre y mis hermanos?

AMNERIS
¡Cuánto te compadezco!
Pero en esta vida los males
tienen un fin.
El tiempo sanará
las angustias de tu corazón;
y aún más que el tiempo,
un dios poderoso, el amor.

AIDA
¡Amor, amor! ¡Alegría, tormento,
suave embriaguez, ansia cruel!
En tus dolores siento la vida;
una sonrisa tuya me abre el cielo.

AMNERIS
(para sí)
¡Ah!, esta palidez, esta turbación,
desvelan la secreta fiebre amorosa!
Casi temo interrogarla.
Comprendo la ansiedad
de su temor.

(a Aida)

Y bien, ¿qué nuevos temores
te asaltan ahora, gentil Aida?
Revélame tus secretos,
confío en mi afecto.
¿Acaso entre los valientes
que lucharon contra tu patria,
alguno ha despertado
en tu corazón
un dulce sentimiento?

AIDA
¿Qué dices?

AMNERIS
La suerte no ha sido
cruel para todos,
aunque el valiente jefe cayó
herido de muerte en la batalla.

AIDA
¿Qué has dicho?
¡Desgraciada de mí!

AMNERIS
Sí, Radamés ha sido muerto
por los tuyos.

AIDA
¡Desgraciada de mí!

AMNERIS
¿Lloras?

AIDA
¡Lloraré siempre!

AMNERIS
¡Los dioses te han vengado!

AIDA
Los dioses siempre
me fueron adversos.

AMNERIS
¡Tiembla! He leído en tu corazón:
le amas.

AIDA
¿Yo?

AMNERIS
¡No mientas!
Una palabra más
y sabré la verdad.
Mírame a la cara…
te he engañado…
¡Radamés vive!

AIDA
¡Ah, gracias sean dadas
a los dioses!

AMNERIS
¿Y todavía esperas mentirme?
Sí, tú le amas.
Pero yo también le amo,
¿comprendes? ¡Soy tu rival,
la hija de los faraones!

AIDA
¡Mi rival! Bien, así sea,
yo también lo soy…

(conteniéndose)

¡Ah! ¿qué he dicho?
Piedad, perdón ¡Ah!
Apiádate de mi dolor.
Es cierto, lo amo profundamente.
Tú eres feliz y poderosa,
¡yo vivo sólo para este amor!

AMNERIS
¡Tiembla vil esclava!
Destroza tu corazón;
este amor puede significar
tu muerte;
soy árbitro de tu destino,
mi corazón rebosa de odio
y venganza.

AIDA
Tú eres feliz y poderosa, etc.

AMNERIS
¡Tiembla vil esclava!, etc.

SOLDADOS, GENTE
(fuera)
¡Vamos!
En las sagradas orillas del Nilo
nuestros pechos formen barrera;
que resuene un único grito:
¡guerra y muerte al extranjero!

AMNERIS
A la fiesta que se prepara,
asistirás conmigo, oh esclava.
¡Tú postrada en el polvo,
yo en el trono, junto al rey!

AIDA
¡Ah! ¡Piedad!
¿Qué otra cosa me queda?
Mi vida es un desierto;
vive y reina,
en breve aplacaré tu furor.
Este amor que te irrita
en la tumba extinguiré.

AMNERIS
Ven, sígueme y aprenderás a ver
si puedes luchar conmigo, etc.

AIDA
¡Ah! ¡Piedad!
¡Este amor
en la tumba extinguiré!

SOLDADOS, GENTE
¡Guerra y muerte al extranjero!

IDA
¡Piedad!

AMNERIS
¡Ven, sígueme y aprenderás a ver
si puedes luchar conmigo!

SOLDADOS, GENTE
¡Guerra y muerte al extranjero!

AIDA
¡Dioses,
apiadaos de mi sufrimiento,
no hay esperanza para mi dolor!
¡Dioses, apiadaos de mi

 

Duo acto II

 

 

En el acto III, Aida espera a Radamés que la ha citado a las orillas del Nilo. Mientras le espera recuerda a su patria, que cree que no verá nunca más, como así será en efecto. Musicalmente, Verdi, le dió a esta aria una tonalidad nocturna y dejó numerosas indicaciones de cómo debía cantarse. En esta aria tienen una gran importancia el legato, el canto dolcissimo, los ascensos al forte con delicados crescendos. En suma, es una aria en la que la soprano la debe cantar transmitiendo un sentimiento de ensimismamiento y nostalgia, todo en un tono muy dulce. Monastyrska hace todo eso, por lo que es una excelente intérprete de Aida, como de otras tantas óperas de Verdi, ya que tiene la voz requerida para la mayoría de ellas. Si le tenemos que buscar algún defecto, y eso con ganas de buscarlo, tan sólo pediríamos una mejor dicción, algo que suele ocurrir no unicamente con Monastyrska, si no con otros muchos intérpretes de origen eslavo.

 

Esta es la traducción de este fragmento del acto III

 

AIDA
¡Radamés vendrá aquí!
¿Qué querrá decirme?
Tiemblo.
¡Ah! si vienes, cruel,
a darme el ultimo adiós,
los profundos remolinos del Nilo
me darán sepultura,
y quizás me concedan
la paz y el olvido.
¡Oh patria mía,
nunca más volveré a verte!
Oh cielos azules,
oh suaves brisas nativas,
donde brilló serena mi juventud.
Verdes colinas,
orillas perfumadas,
¡oh patria mía,
nunca más volveré a verte!
¡Oh frescos valles,
oh bendito y apacible refugio
que un día me prometió
el amor!
Ahora que mi sueño de amor
se ha desvanecido,
¡oh patria mía, nunca más
volveré a verte!, etc.
Oh patria mía,
jamás volveré a verte!

 

O patria mia, acto III

 

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