
PROGRAMA
I PARTE
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)
Obertura de Le nozze di Figaro, KV 492
«Voi che fausti ognor donato»,
aria núm. 13 de Il re pastore, KV 508
«Il mio tesoro», aria de Don Giovanni, KV 527
Obertura de La clemenza di Tito, KV 621
«Va, dal furor portata»,
aria de concierto en Do mayor, KV 21
«Misero! O sogno… Aura, che intorno spiri»,
recitativo y aria de concierto, KV 431
II PARTE
Gaetano Donizetti (1797-1848)
«Angelo casto e bel», aria de Il duca d’Alba
Pietro Mascagni (1863-1945)
Intermezzo de Cavalleria rusticana
Francesco Cilea (1866-1950)
«La dolcissima effigie», aria de Adriana Lecouvreur
«L’anima ho stanca», aria de Adriana Lecouvreur
Giuseppe Verdi (1813-1901)
Obertura de La forza del destino
«Oh! fede negar potessi … Quando le sere
al placido», recitativo y romanza de Luisa Miller
Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu.
Director: Gerassim Voronkov (en sustitución del previsto Michael Hofstetter)
Este fue el programa, como ya habíamos adelantado en otro post.
Lo que no estaba escrito en esa reseña fue el clamor que las intervenciones del tenor Rolando Villazón iba a levantar en el Gran Teatre del Liceu, clamor que fue grande y se podría decir, sin faltar a la verdad, que fue generalizado. Rolando Villazón puso a su público en pie.
No vamos a analizar si la voz, tras la intervención quirúrgica a la que se sometió, es más o menos pequeña,etc. La voz está, y es lógico que para interpretar según que repertorio se diga que le falta tiempo de recuperación, posiblemente sea cierto. Pero, lo que también es cierto es que se enfrentó a un repertorio variado y exigente en las dos partes del concierto.
Los que seguimos la carrera de Rolando Villazón ya hemos visto que le gusta explorar nuevos terrenos, interpretar (en el más estricto sentido de la palabra) nuevos compositores. Así lo ha hecho ahora con Mozart, como antes lo hizo con Handel. Con la música del sazlburgués demostró que su técnica para la coloratura ha mejorado ostensiblemente e hizo gala de un fiato brillante, fruto de un estudio intenso y gran preparación. Cierto es que Mozart interpretado por Villazón suena diferente, pero suena bien y él le añade una carga de sentimiento y expresividad que lo hacen único.
La segunda parte fue una muestra de las mejores cualidades de Rolando Villazón, bella voz, intensidad interpretativa, pasión y entrega a raudales.
Faltaban los bises y fueron tres. Una furtiva lagrima (L’elisir d’amore de Donizetti), de imborrable recuerdo para el público liceista y el tenor; Ya mis horas felices (La del soto del Parral) y la canción catalana, Rosor (Pel teu amor). Aplausos, vítores y bravos durante muchos minutos provocaron que Rolando Villazón, intercalara «No saben cuanto les quiero», dirigido a su público, público que le demostró una vez más que le corresponde con un cariño grande, que lo estaba esperando con ilusión, y que no salió defraudado.
Viva Villazón podría ser la frase que resumiría mejor el estado de felicidad y satisfacción que sentía el público presente en el Gran Teatre del Liceu esa tarde del 3 de abril, otra tarde para el recuerdo.






