ARMIDA DE ROSSINI. LA LOCURA DE LA COLORATURA
Introducción
Rossini tiene en su haber bastantes óperas raras, si por raras entendemos aquellas óperas poco representadas y conocidas a pesar de su calidad musical, cosa que tratándose de Rossini se da por descontado. Pues bien, la de hoy y de la que vamos a escuchar un fragmento, es una de ellas. También intentaremos explicar el motivo por el que Armida es una ópera poco representada.
Armida
Es una ópera en tres actos compuesta por Gioachino Rossini sobre un libreto en italiano de Giovanni Schmidt, basado en escenas de Jerusalén liberada de Torquato Tasso.
Rossini la compuso para la que tenía que ser su mujer, Isabella Colbran. Esta ópera es una obra maestra vocal; supera, y es mucho decir, algunas de las exigencias vocales más notables del compositor. Colbran tenía una voz de contralto, pero poco a poco, fue ganando capacidad para emitir notas más altas, que en esta ópera se exigen tanto en pianisssimo como en fortissimo.
La intérprete ha de tener además una agilidad fenomenal y una gran facilidad para la coloratura. No diremos que ésto suponga una dificultad, pero sí que requiere de una primera figura para interpretar el único rol femenino que hay.
Lo que sí sea posiblemente un escollo dificil de salvar para que Armida se represente es que se exigen seis tenores, y al menos tres son de primer orden. A ellos también se les exigen las mismas cualidades que a la soprano. Dos papeles para bajo se unen a un reparto que hace de esta ópera algo especial.
Como hemos dicho, en Armida hay pasajes que entrañan una grandiosa dificultad, uno de los momentos más notables es el que escucharemos, el aria de Armida, D’amore il dolce impero del acto II. Esta ópera escrita para mayor gloria de la Colbran fue en su día un evento extraordinario, pero la diva ya no estaba en su mejor momento, y entre ésto y la temática un tanto anticuada de la ópera hicieron que tuviera una discreta acogida simplemente para quedar olvidada posteriormente.
Que se olvide cuando se escucha un aria como la siguiente, D’amore il dolce impero, que nos canta Montserrat Caballé, parece un contrasentido, pero en la ópera a veces pasan estas cosas.