L’Orfeo (Monteverdi) – Bayerische Staatsoper

orfeo bayerische staatsoper
L’ORFEO (MONTEVERDI) – BAYERISCHE STAATSOPER

 

Con esta nueva producción de La favola d’Orfeo, o simplemente L’Orfeo de la Bayerische Staatsoper de 2015 nos trasladamos a 1607, una fecha que supone, de manera aproximada, el nacimiento de la ópera. Fue en ese año cuando en Mantua se estrenó esta ópera de Monteverdi.

La escenografía de esta producción es de David Bösch y la dirección musical es de Christopher Moulds, el reparto es el siguiente:

OrfeoChristian Gerhaher
Euridice Mária Celeng
MessagieraAnna Bonitatibus
Proserpina Anna Bonitatibus
Caronte Tareq Nazmi
Speranza Anna Stéphany
La MusicaAnna Stéphany
Plutone Goran Jurić
Apollo Dean Power
Pastore I Mathias Vidal
Pastore II Jeroen de Vaal
Spirito I Mathias Vidal
Spirito III Jeroen de Vaal
Echo Jeroen de Vaal

 

ARGUMENTO

 

Acto primero

En un prado en medio del campo, ninfas y pastores celebran con alegría el día esplendoroso en que se casarán el mítico cantor de la Tracia, Orfeo, y su amada, la ninfa Eurídice.

Orfeo relata cómo se enamoró de ella y ésta responde con el mismo ardor. Luego va con sus compañeras a recoger guirnaldas de flores. Pastores y ninfas continúan con sus danzas y alegres cantos, mientras reinan el regocijo y la felicidad.

 

Acto segundo

 

Rodeado por los pastores, Orfeo entona un canto a la naturaleza y cuenta cómo corría por los sombríos bosques antes de haberse enamorado.

La alegría se interrumpe cuando llega la Mensajera, quién le anuncia a Orfeo que una serpiente mordió a su amada Euridice causándole la muerte.

La propia Mensajera lamenta tener que dar semejante noticia. Orfeo decide descender a los infiernos a rescatar a Eurídice (al descenso voluntario al infierno se lo denomina catábasis), entonando un desesperado lamento.

 

Acto tercero

 

Orfeo llega a la laguna Estigia acompañado por la Esperanza, pero ésta le anuncia que no puede llevarlo más allá porque vio grabado en la piedra el texto que cita a la Divina Comedia de Dante: «Abandonad toda esperanza los que entráis».

Caronte se niega a darle paso en su barca, pero Orfeo logra dormir al vigilante con su arpa, y robándole la barca cruza la laguna entrando directamente en el infierno. Mientras, un coro de espíritus infernales celebra al Hombre, esa criatura que no intenta ninguna empresa en vano, y contra el cual la Naturaleza no sabe armarse.

 

Acto cuarto



Orfeo ha llegado a los infiernos, y con su canto logra emocionar a Proserpina.

Ésta le ruega a Plutón que le permita a Orfeo recuperar a su amada Eurídice, haciendo referencia a su antiguo amor, por el cuál él la raptara y la llevó a los infiernos.

El dios reconoce también haberse conmovido con el canto de Orfeo, y finalmente acepta y permite que Eurídice le siga, con la condición de que Orfeo no vuelva la mirada a su amada hasta que hayan salido del infierno.

Orfeo parte de los infiernos seguido por Eurídice. Cuando llegan a la superficie Orfeo mira atrás para ver si Eurídice realmente le sigue, pero al hacerlo a Eurídice todavía le queda un pie dentro del inframundo y se empieza a desvanecer y un espíritu, ministro de Plutón, le amonesta:”Roto has la ley, e indigno eres de gracia”. Orfeo intenta seguirla, pero es expulsado del infierno. El coro cierra el acto con esta observación: “Venció al infierno Orfeo y fue vencido por sus propias pasiones”.

 

Acto quinto

 

Orfeo regresa al campo de Tracia lamentando su soledad, vagando sin rumbo y llorando su amor perdido.

El eco repite su lamento trágico y Apolo, dolido por el sufrimiento que aqueja a su hijo, desciende del Olimpo y le dice que lo acompañe al cielo, donde encontrará la bella semblanza de Euridice en el sol y en las estrellas.

Padre e hijo cantan un alegre dúo, mientras ascienden al cielo donde alcanzaran la alegría eterna.

 

Ahora dejamos el texto del fragmento que vamos a ver a continuación, interpretado por Christian Gerhaher y Anna Bonitatibus.

 

ORFEO
¿Recordáis, sombríos bosques,
mis crueles y largos tormentos,
cuando las rocas, llenas de piedad,
respondían a mis lamentos?

Decid, ¿no os he parecido
la criatura más desesperada?
Ahora la suerte ha cambiado
y ha transformado
mis penas en alegrías.

He vivido triste y desgraciado.
Ahora me alegro y los sufrimientos
que he padecido,
durante tantos años,
me hacen más querida
la felicidad presente.

Es sólo por ti, bella Eurídice,
que yo bendigo mi tormento.
Después del dolor
se está más contento,
después del mal se es más feliz.

PASTOR
Mira, agraciado, Orfeo,
mira los bosques y los prados
que ríen a tu alrededor.
Sigue, pues, haciendo
más dulce el aire
con el plectro de oro,
en estos días tan felices.

LA MENSAJERA
¡Ah, suerte funesta!
¡Ah, destino bárbaro y cruel!
¡Ay, estrellas despiadadas!
¡Ay, cielo inexorable!

PASTOR
¿Qué tristes sonidos
vienen a turbar nuestra alegría?

LA MENSAJERA
¡Ay, desdichada de mí!
¿Cuando Orfeo alegraba al cielo
con sus cánticos,
le traspasó el corazón
con mis palabras?

PASTOR
Es la gentil Silvia,
la dulce compañera
de la bella Eurídice,
oh, qué aspecto más doloroso tiene.
¿Qué ha pasado?
Por favor, Dioses todopoderosos,
no apartéis de nosotros
vuestra mirada protectora.

LA MENSAJERA
Pastor, deja de cantar,
toda nuestra alegría
se ha vuelto duelo.

ORFEO
¿De dónde vienes?
¿A dónde vas?
Ninfa, ¿qué mensajes nos traes?

LA MENSAJERA
A ti vengo, Orfeo,
infortunada mensajera
del acontecimiento
mas terrible y funesto.
Tu bella Eurídice…

ORFEO
¿Ay, qué estoy oyendo?

LA MENSAJERA
Tu esposa querida, está muerta.

ORFEO
¡Ay!

LA MENSAJERA
En un prado florido,
con sus compañeras, cogía flores
para hacer una guirnalda
para su cabellera,
cuando una serpiente pérfida,
escondida en la hierba,
le mordió el pie
con sus dientes venenosos.
De repente, su hermoso rostro
palideció y se fue de sus ojos
el brillo que envidiaba el sol.
Entonces todos nosotros,
horrorizados y llenos de tristeza,
la rociamos, tratando de retener
su espíritu que desfallecía,
con agua fresca y
potentes fórmulas mágicas.
Pero todo fue en vano,¡ay!,
pues ella abrió
sus ojos agonizantes
y llamando a Orfeo,
después de un profundo suspiro,
expiró en mis brazos,
y yo quede con el corazón
lleno de piedad y de espanto.

 

Comparte: