Tu che le vanità

GENCER DON CARLO

TU CHE LE VANITÀ (DON CARLO, VERDI) – LEYLA GENCER

 

El aria Tu che le vanità, que canta el personaje de Elisabetta en el acto V de la ópera Don Carlo de Giuseppe Verdi, es una de las grandes arias no sólo de esta ópera y de este personaje si no de toda la producción verdiana.

Recordemos que el personaje de Elisabetta de Valois está enamorada del infante Carlos, pero por razones de estado se ha casado con su padre, Felipe II. En el momento en que se puede oir esta aria, Elisabetta se encuentra en el Monasterio de Yuste. Elisabetta se acerca a la tumba de Carlos V, y ruega al emperador para que interceda por ella ante Dios; Elisabetta recuerda tristemente las ilusiones juveniles de los tiempos en los que vivía en Fointanebleau.

 

En el blog hemos podido oir las versiones de grandes sopranos, cuyos enlace dejamos a continuación, a ellas sumamos hoy la de otra grande: Leyla Gencer, acompañada por Fernando Previtali que dirige la Orchestra del Teatro dell’Opera di Roma.

 

Versiones de Tu che la vanità

Sondra Radvanovsky “Tu che le vanità” Don Carlo (Verdi)

Anja Harteros – Tu che le vanità (Don Carlo, Verdi) Munich 2012

Karita Mattila – Don Carlo (Verdi)

Montserrat Caballé – Tu che la vanità (Don Carlo, Verdi)

 

Traducción del texto de Tu che le vanità

 

ELISABETTA
Tú, que la vanidad del mundo conociste
y gozas, en tu sepulcro, del reposo profundo,
si aún se llora en el cielo,
llora por mi dolor,
y lleva mi llanto al trono del Señor.
¡Sí! ¡Carlos vendrá!
¡Que se vaya y me olvide para siempre!
A Posa, que velaría por su futuro, le juré,
que siga, pues, su destino.
La gloria alcanzará;
para mí, la vida ya se ha terminado…
¡Francia, noble tierra,
tan querida en mi infancia!
¡Fontainebleau!
Hacia ti vuelan mis pensamientos.
Allí escuchó Dios de mí,
eterno juramento de amor,
y esa eternidad sólo duró un día.
Entre vosotros, dulces jardines
de esta tierra ibera,
si Carlos aún detiene sus pasos al anochecer,
que los prados y los arroyos,
las fuentes, los bosques y las flores,
con su armonía, le canten nuestro amor.
¡Adiós, bellos sueños de oro, ilusión perdida!
¡El lazo se rompió; la luz se apagó!
¡Adiós, juventud que cedes a este cruel dolor!
El corazón sólo tiene un deseo:
¡la paz de la tumba!
Tú, que la vanidad conociste del mundo
y gozas, en tu sepulcro, del reposo profundo,
si aún se llora en el cielo,
llora por mi dolor,
y el tuyo, con el llanto mío,
ofrece a los pies del Señor.

 

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