El estreno de «La Traviata» de Verdi, no fue un éxito, aunque cueste creerlo después de haber visto la trayectoria posterior de la obra. Pero su estreno no auguraba nada bueno.
En primer lugar el público se sorprendió de ver a los personajes vestidos de la misma manera que iban vestidos ellos. No hay que olvidar que «La Traviata» está situada contemporaneamente al tiempo en que fue escrita (1853). Si esos espectadores vieran algunas de las actuales puestas en escena se morirían en el mismo patio de butacas, pero eso es otro asunto.
Ese día, el tenor que hacía de Alfredo, perdió la voz. Mal comienzo. Pero es que además, la soprano que hacía el papel de Violetta (Fanny Salvini-Donatelli), lejos de parecer una joven que estaba a punto de morir de tuberculosis, presentaba un aspecto bastante orondo y saludable, lo que provocó la hilaridad de los espectadores.
Un año más tarde se repuso, corrigiéndose los fallos de la primera vez, y consiguiendo un grandioso éxito que ha continuado hasta hoy. Por suerte el público aprendió a apreciar la calidad de la obra, independientemente de los kilos de más o de menos de los cantantes.
«La Traviata» es una obra que conduce al espectador por una sucesión de emociones que culminan en el cuarto acto, con el «Addio del passato», que acaba con una nota que es como una puñalada que consume las pocas fuerzas que le quedan a la protagonista, que agotará su aliento en el delicioso duo del reencuentro «Parigi, o cara» y en la cabaletta «Gran Dio! Morir sì giovine», donde descarga todo el sentimiento y dolor que lleva dentro.
Veámoslo interpretado por Angela Gheorghiu (Violetta) y Frank Lopardo (Alfredo) en una producción del año 1994 de la Royal Opera House, dirigida por sir Georg Solti.
«Addio del passato»
«Parigi, o cara»…»Gran Dio! Morir sì giovine»