Juan Diego Flórez triunfó de manera inenarrable ayer en el Gran Teatro del Liceu de Barcelona, según nos cuentan en la siguiente crónica que nos han hecho llegar.
El público que llenaba el Teatro del Liceu, no se dejó tentar por el puente de días festivos que se avecinan y no faltó a la cita con el tenor peruano al que recibió con una cálida ovación cuando hizo su entrada en el escenario acompañado del pianista Vincenzo Scalera.
Empezó el recital con Per la gloria d’adorarvi (Bononcini), calentando la voz para seguir, entonces ya de manera magistral con Tre giorni son che Nina (Ciampi), con un lirismo y sentimiento extraordinarios para llevar al público a lanzar un gran coro de bravos y aplausos con En butte aux fureurs de l’orage (Piccini) con una demostración ténica de las coloraturas digna de manual. Acabó la primera parte con una selección rossiniana que contó on las siguientes piezas: La promessa, Le Sylvain, Tirana alla Spagnola para finalizar con el aria de Otello, Che ascolto!. Juan Diego Flórez estaba pletórico de facultades y el público demostraba su entusiasmo con ovaciones cada vez más cerradas y explosivas.
La segunda parte empezó con la bellísima Viens, gentille dame (Boidelieu) para seguir con una extraordinariamente bien interpretada Vainement, ma bien-aimée (Lalo) que, como no, recibió más vítores enfervorecidos, pero sinceros, porque la pieza estuvo interpretada de manual. La tercera composición de esta segunda parte fue la divertida Au mont Oda de La belle Hélène de Offenbach, con la que Juan Diego Flórez puso un candado en las bocas de muchos que lo han tildado siempre de frío y con poca vis cómica. Mientras la interpretaba, un espectador de la primera fila se levantó y salió de la sala, y Juan Diego Flórez dominó tan bien la situación, manteniendo la nota mientras le seguía con la mirada, que parecía un gag, dada la comicidad de la pieza. Ojalá fuera eso, porque si no, es de un gusto pésimo salir de esa manera, aunque tal vez fuera una necesidad imperiosa lo que llevó al espectador a actuar así. Pero sigamos con lo que de verdad importa.
Tras esas tres primeras piezas vinieron otras tres en lengua española: Princesita (Padilla), Amapola ( Lacalle) y Adios Granada (aria de Los emigrantes de Saavedra). Personalmente jamás había escuchado las dos primeras cantadas de una manera que me llevara al entusiasmo que sentí ayer al oírlas interpretadas por Juan Diego Flórez.
El recital terminó con Alegro io son (aria de Rita de Gaetano Donizetti), un broche de bel canto para un recital extraordinario.
Juan Diego Flórez posee un bella voz y una técnica perfecta, eso ya es sabido, pero ayer por la noche supo envolver esas cualidades con calidez hacia el público, con una simpatía natural y con una entrega sincera. Lo que nos hizo ayer Juan Diego Flórez fue un auténtico regalo.
Sus agudos son conocidos, pero dió todos los graves y en la mezza voce estuvo sencillamente magnífico. Se le veía cómodo cantando en cualquier registro, y en todos sentó cátedra.
No quisiera dejar de mencionar el extraordinario acompañamiento al piano por parte de otro maestro, Vincenzo Scalera, demostró su virtuosismo y sus interpretaciones fueron emotivas, intensas y bellísimas. No podía tener mejor compañía en el escenario el tenor peruano.
Evidentemente faltaban los bises, y entonces Juan Diego Flórez demostró otra cualidad: la generosidad con un público volcado y entusiasta. Fueron cinco bises como cinco soles: Bella enamorada (El último romántico, la zarzuela de Soutullo y Vert.), Il più lieto, il più felice (Il barbiere di Siviglia), la esperada Pour mon âme (La Fille du Regiment de Donizetti) con sus nueve dos de pecho que a las alturas del recital tampoco era necesario, pero esa aria lo acompañará allá adonde vaya, ya se sabe, y fue premiado con un aplauso de agradecimiento extraordinario. No se acabaron aquí, siguió con La donna è mobile (Rigoletto, Verdi) cantada con una técnica de gran maestro. El punto final, porque en algún momento aquello tenía que acabar, fue Granada (Agustín Lara), una canción que supo servir con un equilibrio perfecto entre la emoción y el sentimiento racial, algo magistral nuevamente.
Siguieron los aplausos, las salidas al escenario a saludar una y otra vez, porque el público quería demostrar, con el lenguaje que tiene que no es otro que el aplauso, el profundo placer que había proporcionado a los asistentes ayer por la noche.
Esta es la opinión de un simple espectador que recordará durante mucho tiempo este recital en el que Juan Diego Flórez puso la técnica al servicio de la belleza. Todo un lujo.
Para terminar esta crónica dejamos un video con la interpretación de uno de los bises, que no corresponde a la función de ayer si no a la producción de Il Barbiere di Siviglia del año 2009. Se trata de la cabaletta Il più lieto il più felice del aria Cessa di più resistere.